La fotografía siempre ha sido parte de mi vida. Desde pequeño me fascinaba la idea de capturar momentos que, de otro modo, solo vivirían en la memoria. La posibilidad de contar historias a través de una imagen y de transmitir emociones en un solo instante es lo que me atrapó desde el principio.

Lo que comenzó como una simple curiosidad pronto se convirtió en algo más. Cada vez que pulsaba el disparador, sentía esa mezcla de emoción y expectación por el resultado. Con el tiempo, supe que no quería que la fotografía fuera solo un hobby, así que me formé y trabajé para convertir mi pasión en mi profesión.

Hoy, mi objetivo es sencillo: crear imágenes que tengan significado. Fotografiar la ternura de un bebé, la ilusión de una futura mamá o la emoción de una familia que celebra un momento especial es algo que nunca se vuelve monótono. Cada sesión es única porque cada persona, cada historia y cada vínculo lo son. Me encanta capturar la naturalidad de cada instante, ya sea en un estudio con iluminación cuidadosamente trabajada o en exteriores, donde la luz y los colores de la naturaleza aportan su propio carácter a la imagen.

Más allá de la fotografía, hay muchas cosas que me definen. Me encanta la música (si es en directo, mejor), los animales –tengo tres perras que son parte de mi familia– y disfrutar de la gastronomía sin prejuicios: cuanto más diferente sea el plato, más ganas tengo de probarlo.

Para mí, la fotografía y la música tienen algo en común: ambas pueden llevarte de vuelta a un momento, hacer que sientas de nuevo lo que viviste entonces. Y si una imagen puede lograr eso, sé que he hecho bien mi trabajo.